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viernes, 29 de agosto de 2014

Tipos de amigas de Facebook

Publicado en witty.la

Facebook, es una de las redes sociales más utilizadas en la actualidad. Día a día millones de personas suben sus fotos, opinan y actualizan sus estados. En este ciber-océano de información, es posible encontrar ciertas generalidades que nos permiten identificar tipologías de “amig@s de facebook”. Vamos a revisar algunas de ellas:
1. La mamá chocha: Es aquella que permanentemente hace comentarios acerca de las frases súper inteligentes y filosóficas que dicen sus hijos y publica fotos de éstos en cada actividad del día, resaltando su belleza, su inteligencia superior o su especial sensibilidad.
2. La quejona: Siempre tiene algo por qué alegar o un “pero” para cada cosa agradable que pueda suceder. Se queja por las injusticias, por sus malestares, porque sí y porque no. Siempre tiene argumentos para demostrarle a cualquier ser que intente subirle el ánimo, que “no es na’ fácil su vida”, pudiendo terminar amargándole el pepino a los demás.
3. La del humor cruel: Son aquellas que suben fotos o frases de un humor negrísimo. De esas cosas que uno no se atrevería a decir en público (aunque las hubiese pensado) porque son absolutamente desubicadas y perniciosas. Lo simpático, es que en general, luego de que el primer sarcástico responde, viene una oleada de relajo y opiniones a veces peores que la enunciada en un principio.
4. La acontecida: La que no hay día que no le pase algo fuera de lo común. Siempre está publicando situaciones o fenómenos que van más allá de lo que a un ser humano promedio podrían sucederle en su vida. Cosas raras, anécdotas divertidas, fenómenos anormales, accidentes ridículos, etc. Éstas “facebookianas” entretienen día a día con sus “cosas que pasan”.
5. La regia ciega: Son aquellas que suben fotos indiscriminadamente, cada vez que sienten que salieron estupendas, sin pensar que probablemente están acabando con la imagen pública de sus amig@s. Pueden salir todas las demás como el forro; ojos semi cerrados, doble pera, abdómenes abultados, poses inadecuadas, etc. Pero este personaje sube la foto porque sólo se fijó en que se veía de lo más regia.
6. La selfie: ¡Obvio!… La que siempre se saca selfies… Con los hijos, carreteando, poniendo caras ridículas con las amig@s, etc. Es una tipología simpática en mi opinión, a menos que la selfie sea tomada frente a un espejo o poniendo cara “sensual” con boca de pato y/o mostrando las “bubis” (usted, no lo haga).
7. La emoticón: Que frente a cualquier publicación, tras poner “me gusta”, escribe un comentario compuesto principalmente de emoticones y exclamaciones como; “Awwww”, “Uhhhhh”, “Pffff”, “cueck”, “Chuuuu” u otra palabra sonajera de alto impacto.
8. La amig@ fan: Es aquella internauta solidaria, que siempre va a hacer comentarios como “Bella”; “¡Que linda te ves!”; “Apolínea”; “Estás regia”; “Hermosa”… Aunque estés en el peor momento de tu vida, tu cara deje mucho que desear y probablemente sueñes bajar como 10 kilos. Ella siempre estará ahí para apoyarte y ver esa belleza, que tal vez en esa fotografía, sólo iba por dentro.
9. La antisistémica: Es la que permanentemente publica noticias en las que se hace alusión a teorías conspirativas relacionadas con el medio ambiente, con política o con lo que sea. Siempre está revisando las actualizaciones de sus contactos para discutir cada cosa que publican y dar una opinión contraria al pensar o sentir de los demás. La idea es “ “discutir”, “pelear” y, obviamente… ganar. Por eso, pueden llegar a gastar horas googleando para buscar nuevos argumentos científicos, filosóficos o políticos para tener la última palabra.
10. La mística: Es la clásica persona que publica el horóscopo del día, el mensaje del sincronario maya, frases espirituales, videos inspiradores, etc. Siempre sabe en qué fase está la luna y maneja rituales para cada día. De vez en cuando “patina” con alguna nueva tendencia espiritual y siempre está en un “proceso terapéutico de algo”. Se saca fotos con los ojos cerrados, con una sonrisa y con los brazos abiertos encorvada hacia atrás. Otras clásicas fotos son; abrazando los árboles, abrazándose a sí misma, con la mirada perdida en el horizonte o en posición de flor de loto; pero siempre en paisajes naturales.
11. La enamorada: Nunca falta la amig@ que sólo sube fotos con el pololo o marido, le dice cosas de amor a través del muro y se hacen “muñi muñis” en cada foto y comentario publicado, de manera que todos nos enteremos de cuánto y cómo se aman locamente y por la eternidad… Y la verdad es que a veces ¡No queremos saber tanto!
En fin… Aquí van sólo algunas de las tipologías que todas conocemos, pero claramente sabemos, que existen muchas más. Quedan invitadas entonces, a completar la lista.

martes, 26 de agosto de 2014

¡DI NO A LA PROMISCUIDAD CAPILAR!

Publicado en witty.la
Hace días comenzó a rondar por mi cabeza la idea de hacerme un cambio de look. Tenía en mi mente la imagen perfecta de lo que quería. Dos semanas atrás, después de comprar un regalo de cumpleaños, me decidí a cumplir mi objetivo. Llegué a la peluquería, noté que algo me faltaba… ¡El regalo se me había quedado en el baño! Y, obviamente, ya no estaba. Tras las recriminaciones pertinentes, me empeñé en encontrar otro regalo y no pude concretar mi anhelado cambio. No noté que era un designio divino, pues ese día mi mente estaba entre Urano y Júpiter. Así es que hoy, al salir del trabajo, decidí ir otra vez tras mi nueva yo.
Entré a una peluquería de una conocida cadena y me atendió amablemente una chica que guardó mi abrigo y me dejó esperando a que llegara la “estilista”. Minutos después, apareció una mujer grandota de aspecto intimidante. Tenía el pelo naranja y la chasquilla rubia. Le conté que quería hacerme unas mechas; como una especie de californianas pero más largas y degradadas en tonos ceniza, enfatizando que no quería mechas “amarillas” y le mostré unas fotos que tenía en el celular.
Después de alabar el color de mi virginal cabello no intervenido por años, al menos en la parte superior, comenzó a manipularlo con unas técnicas extrañas, mientras llamaba a sus compañeras para que admiraran su forma de trabajar. A mi lado, su hermana -una mujer extremadamente bronceada que parecía la versión rubia de Cruz-Johnson-, despotricaba, con la cabeza metida en la gorra para hacer visos, contra una mujer embarazada, contándole, en tono humorístico pero inquietante, lo terrible y horroroso había sido para ella tener hijos. Yo estaba distraída en eso, cuando la “estilista” me dijo -voy a iluminar un poco tu chasquilla- y me mandó encima un chorro de decolorante. Le pedí que no tocara más la parte superior de mi pelo, que quería dejarlo natural. Ella me dijo que confiara, que era sólo un “toque”.
Al cabo de unos minutos, me lavaron el pelo, me pusieron el color, me hicieron el masaje que había pedido y me volvieron a sentar en el sillón frente al espejo. Mi sorpresa fue grande cuando me vi “rucia tirando para colorina”. Decir que me veía ordinaria es poco… Me veía macabra. Le dije tranquilamente que no me gustaba, que estaba demasiado claro. Ella se enojó y me dijo que lo arreglaría con un “tonalizante”, mientras se defendía alegando que ella había hecho lo mismo que yo le mostré en las fotos… Cosa que no era verdad. Me puso otro color encima y me dejó bajo esos aparatos que tiran viento frío y calor, mientras me pelaba con sus compañeras que me miraban con cara de “alega y te dejamos pelá”. Yo estaba nerviosa y apenada, tanto así, que no me dieron ganas de reclamar. Sólo quería salir de ahí y me desahogaba whatsappeando con un amigo. Terminó, sin grandes cambios, me secó el pelo al lote y me dejó como perro colorín mojado. Cuando pagué, la administradora me preguntó por qué había demorado tanto y le expliqué que me habían dejado la embarrada y habían tratado de arreglarla, pero no lo habían logrado. Con gesto compasivo, me preguntó si necesitaba algo más, porque obviamente notó que me veía pésimo, pero yo le dije que nica dejaba que me volvieran a hacer algo ahí.
Me hice un moño al lote y corrí al supermercado a comprar una tintura de cinco lucas y un chocolate chico para pasar las penas. Me fui hecha un bólido a mi departamento y una vez ahí, me tomé fotos pokemonas con cara de atrocidad para que mis amigas y amigos se rieran y me subieran el ánimo a través del bullying que amorosamente nos hacemos cuando estamos en ese tipo de problemas. Luego, me sumergí en la tarea de arreglar la calamidad que colgaba de mi atribulada cabeza. Me tinturé, sin renunciar a dejar unas mechas levemente más claras en la parte de abajo, haciendo rápidamente una técnica que no sabía si resultaría. Esperé histérica los 35 minutos y seguí las instrucciones siguientes… ¿El resultado?… Bastante potable… Un cabello nuevamente castaño, pero seco, con mechas en degradé de la mitad hacia abajo… Cosa que la grandota colorina rubia no fue capaz de hacer. Lo triste, es que mi cabello ya no era virgen. Me sentí sucia y promiscua por dejar que alguien a quién recién había conocido dispusiera de mi pelo.
De mala manera comprendí que la promiscuidad estética trae consecuencias negativas. Me hubiese gustado perder la virginidad capilar con alguien de confianza y no haberme entregado por un par de piropos dirigidos a mi ex natural castaño cabello. ¡Nunca confíen en una peluquera de pelo naranja!… ¡No a la promiscuidad capilar!

miércoles, 6 de agosto de 2014

AUTOMOVILISTAS CON COMPLEJO DE GUANACO

Hoy, como todas las mañanas, vi el tiempo en las noticias matutinas para ver si era cierto que iba a llover; porque claro está, que los pronósticos del tiempo en los últimos meses han sido tan poco acertados que a veces me da la sensación de que los hacen del mismo modo en que muchos diarios capitalinos escriben el horóscopo… Jugando al achunte entre diferentes alternativas que se mezclan al azar.
Al ver, en la mañana, que efectivamente San Isidro nos enviaba un regalo del cielo para limpiar y descontaminar un poco nuestro valle de cemento, blindé mi friolento “cuerpecillo de mujer frágil y débil”, “polarizándome” con patas y camiseta de esta fina tela, luego me vestí como persona normal y me puse una parka, gorro y bufanda, que combinaba con mis botas de esquimal. Parecía un globito disfrazado de persona, y así salí, de buen genio a tomar la micro para ir a mi lindo trabajo. Había previsto el taco, así es que nada me preocupaba mayormente. Pero, al bajar de la góndola, que tiene su paradero en un bandejón central, un o una hijo o hija de la Gran Yola intergaláctica del mal, pasó en su 4X4 a toda velocidad, tirándome “todo lo que es” una perfecta OLA de agua con barro que me llegó hasta la cara… Cuando, instintivamente, me eché para atrás, un conchesumismo (porque su pobre madre no tiene la culpa) pasó en un auto “entero flaite”, mandándome encima otra ola que me empapó por atrás. Por suerte andaba con gorro y me había guardado mi rucia pichanguera californiana totalmente a la moda debajo de la parka… Como si lo hubiera vaticinado.
Crucé la cara enchuchada y con vergüenza… Porque todos los peatones de la vereda del frente me habían visto, y no sé por qué cresta me dan vergüenza estas cosas en las que no tengo nungún control, pero de alguna manera siento que quedo como la “pobrecita quemá”… Tal vez, porque uno se imagina a la gente pensando o diciendo de frentón “Shuuuuuu”… o “Ahhhhhh” y pensando “pobre hueona”).
Me picaba la cara por el agua sucia y, al rascarme, me di cuenta que andaba tirando pinta con un chorro de barro en la cara… Pero como yo soy una mujer femenina, saqué mi espejito de la cartera y pude corregir aquel espantoso impasse y seguir caminando con dignidad, hacia mi trabajo, pero con una rabia que me llegó a dar acidez.

¡Automovilistas con complejo de guanaco!... ¡Tengan consciencia de que no todas las personas llegan a secarse en la estufa al trabajo!... (yo sí, al menos en esta oficina). Las calles pueden ser más suyas que nuestras, pero las veredas son nuestras y los espacios se respetan. Si ven peatones esperando para cruzar ¡bajen la velocidad! No les cuesta nada… Así como les patina la cabeza, la moral y la empatía… ¡¡¡A ver si les patina el auto y lo abollan por sacos de hueva!!!