No sé si los solteros y solteras
de más de 35 (por poner una edad) se habrán detenido a pensar en lo frecuentes
que son en estos tiempos las relaciones express… Esas que se dan con una
rapidez abismante, tienen un desarrollo intenso y finalizan también al poco
tiempo. Es un fenómeno cada vez más frecuente en nuestra sociedad, que puede
ser fuente de placer y de “autoestima” para l@s “coleccionistas de experiencias”
o motivo de frustración para quienes desean una relación estable y duradera. He
venido observando esta situación desde hace un tiempo, tanto en mi consulta,
como en mi círculo y en mi experiencia y, tengo ciertas hipótesis y
apreciaciones al respecto que me gustaría compartir.
Sabemos que estamos viviendo en
la era de lo desechable. Prueba de ello es la tecnología, que siempre es superada
por una más avanzada. La gente está acostumbrada a cambiar su celular por el
último modelo, a renovar su auto cada cierto tiempo, a acumular ropa y a
cambiar personas. Nunca estamos satisfechos y ya no estamos dispuestos a
esperar, a conservar, a intentar mejorar ciertas cosas, sino más bien, estamos
muy poco dispuestos a tolerar “defectos” o “fallas” porque incluso sale más
barato comprar algo nuevo que arreglar lo viejo en muchos casos.
Esto lamentablemente se ha
trasladado también a lo humano y a las relaciones afectivas, principalmente las
de pareja. Las personas continúan idealizando; buscando “la media naranja”, “el
alma gemela” y relacionándose con mucha rapidez, obnubilados por el proceso hormonal
del enamoramiento e idealizando de manera, a veces burda, a personas que recién
están conociendo.
Voy a poner como ejemplo las
aplicaciones para conocer personas. En ellas la gente se presenta primero por
foto, luego comienzan a conversar, si el interés aumenta, se dan más
antecedentes de contacto para continuar con el proceso del conocimiento “virtual”,
que tiene una duración relativa en cada caso. Se entra en conversaciones más o
menos profundas y muchas veces perciben que el momento de verse y conversar
en directo será la confirmación o desconfirmación de ese interés mutuo. Una vez
pasada esa barrera, se entra en estado de “enamoramiento” (no hablo con este
término de amor, sino del proceso hormonal y afectivo que ocurre previamente al
amor).
El enamoramiento, como ya lo he manifestado en otras oportunidades,
tiene mucho de autoengaño, lo que no implica que sea negativo. Todo lo
contrario, pues es absolutamente necesario que esto ocurra para que las
personas busquen una mayor intimidad afectiva y se conozcan mejor en función de
establecer relaciones profundas. Pero lo que ocurre frecuentemente, es que tras
la primera cita, si el interés mutuo es confirmado, se entra inmediatamente en
un proceso de intimidad. Poniéndolo en palabras simples, ocurre que much@s
entran en la ilusión de que son el uno para el otro, se sienten eufóricos y
comienzan a compartir como si llevaran mucho tiempo juntos. Hay sexo,
demostraciones de afecto, promesas, convivencia de un par de días, a veces
incluso presentaciones en sociedad y de esta forma se acelera el proceso,
llegando en muchos casos a la saturación.
Las personas se ahogan o se
sienten defraudadas porque el/la otro/a no es tan perfect@ como prometía ser… Y
como se tiene la sensación de que hay muchos peces en el mar, se desecha a la
persona y se termina la relación, para buscarse otr@ más buen@ y volverse a “enamorar”.
Historias tales como: “nos conocimos el viernes pasado, nos
quedamos juntos ese día en mi casa, y nos vimos todo el fin de semana y desde
ahí no nos separamos nunca más. Me hace sentir muy especial, tenemos un fiato
perfecto, nunca imaginé encontrar alguien así a estas alturas de mi vida…”
son muy comunes en la actualidad. Las palabras de amor brotan a la velocidad de
la luz, pero luego afloran las “pifias”, la intolerancia y la frustración. Muchas
veces el “no nos separamos nunca más” dura dos, tres semanas, uno, dos o tres meses porque uno
de los dos o ambos se saturan y la relación termina. Al día siguiente, entre
lágrimas y mocos, en medio de la rabia y/o frustración o con una calma
incomprensible, se retoma conversación con algún/a otro/a rezagado/a de la aplicación
utilizada, con una nueva persona o se sale y se
conoce a otro/a y todo comienza otra vez.
Si lo analizamos en profundidad,
resulta bastante frívolo y triste. Porque las personas no somos teléfonos,
computadores ni productos. Ya tenemos exceso de desechos en el planeta como
para tener también exceso de desechos en el corazón (aunque suene cursi o
hippie). Por eso creo que es importante cuidarnos y cuidar a los demás, por el
sólo hecho de que son individuos y, por tanto, tienen emociones, expectativas,
alegrías, temores y dolores. Todos hemos sido heridos y hemos dañado alguna vez y, a pesar de
que no podemos hacernos cargo de todo lo que siente el otro, sí podemos ser
responsables de nuestros actos y, con ello, manejar dentro de lo posible, las
expectativas y frustraciones que generamos, actuando desde una base moral de
respeto y empatía.
¿Cuál sería la cura de este
mal?... La bendita paciencia, el amor y el respeto por nosotros mismos y por
los demás. Ser capaces de retardar la consecución del placer, actuar de manera
menos impulsiva, tomarnos el tiempo de conocer al/la otr@ más allá de las
propias expectativas, dándonos a conocer paulatinamente, compartiendo,
tolerando, conversando las diferencias y viendo si existen posibilidades de
ajuste, son claves para que una relación se transforme en algo real y duradero.
Debemos tener claro, por más obvio que suene, que no existe el “amor
instantáneo” que viene en un frasco y se materializa al abrirlo, tampoco las
personas perfectas ni hechas a la medida… esos son mitos que, lamentablemente
las redes sociales con las publicaciones de amor maravilloso en las que no se ve
la parte oscura y conflictiva, la publicidad, el cine y la literatura han
inoculado en nuestras mentes como ideales alcanzables. El amor es un proceso
que se construye día a día, una decisión que se mantiene y un vínculo que se
cuida y que cambia permanentemente.
Repito, a tod@s nos han hecho
daño y, con o sin querer, también hemos dañado a otros; seamos conscientes y
responsables, cuidémonos y cuidemos, conozcamos nuestros límites, no nos
transgredamos ni pasemos a llevar las barreras de los demás. Y si aun así, no
funciona, tengamos claro que ya funcionará.