“Ebrio”, “curao”, “curahuilla”, “borracho”, “embriagado”, “cocido” y “beodo” son algunos de los conceptos con los que se denomina a quienes suelen beber más de la cuenta. “Beodo” es una palabra muy interesante, principalmente debido a su origen. Se trata de una abreviación del castellano antiguo, en el cual, muchas palabras que ahora escribimos con “B”, se escribían con “V”. Beodo, para que ustedes sepan, es la abreviación de “veodoble”, palabra que, en su complejidad, grafica en gran medida uno de los síntomas más comunes de la embriaguez…
No es verdad… Si me creyeron… ¡Eso es confianza! (gracias).
¿Se han percatado alguna vez de la cantidad de cambios que ocurren a nivel físico, mental y emocional en el proceso de la embriaguez?...
Para hacer un análisis responsable y apegado a la realidad, he llevado a cabo una investigación en terreno, múltiples entrevistas semi-estructuradas y he recopilado información bibliográfica para hacer una descripción certera del proceso biopsicosocial por el que atraviesa una persona en la medida que se emborracha.
La reacción de las personas frente a la ingesta alcohólica varía notablemente, dependiendo de muchísimos factores; siendo uno de los más importantes la resistencia propia del sujeto, además de la cantidad de etil ingerida, el tipo de alcohol y la "mezcla". Sabido es, que mientras más variada es la ingesta, más rápido y destructivo es el proceso de alcoholización.
Algunos, luego de las primeras dosis, caen en un estado de somnolencia, ante el cual, deben tomar la difícil decisión de irse a dormir o seguir tomando impetuosamente hasta alcanzar el estado de euforia. Otros, inmediatamente comienzan a sentirse más alegres. El mundo se torna encantador, el carrete se percibe más entretenido y la gente se ve cada vez más linda… Una clásica relación, muy conocida por todos es “A mayor cantidad de piscolas… Más linda se vuelve la gente”
Es posible percibir con claridad, como comienzan a brotar los sentimientos de amistad profunda. Las personas, como por arte de magia, sienten la necesidad urgente de expresar a sus amigos cuánto los quieren y lo importantes que son en sus vidas. Se bloquean emociones como la vergüenza y es posible incluso declarar amor a otra persona o hacer comentarios que en otros contextos podrían parecer desubicados pero que, en aquel momento, para quien los expresa, parecen ser absolutamente acertados e incluso necesarios... Confesiones, piropos, perdonazos y todo aquello que en otro espacio uno no se atrevería a decir, comienza paulatinamente a tener cabida tras algunas copas. Obviamente, para no perder la seriedad y la credibilidad, siempre debe terminarse cada frase y cada acto con una aclaración -“¡Pero no pensí que estoy curá/o!”.
Surge además, en muchas personas, una emotividad fisicoespiritual muy linda. Un deseo de unir las almas a través del cuerpo, emergiendo espontáneamente los abrazos sobajeados y otras muestras de afecto, a vecesacompañados de gritos de euforia, palmotazos o llantos, moqueos y más confesiones.
De pronto, en pleno éxtasis alcohólico se pierde la “propiocepción” y el esquema corporal se desdibuja. Parece que las piernas y los brazos se hicieran más largos, alterándose la capacidad de calcular la velocidad con que las extremidades se desplazan y volviéndose incapaces de estimar la distancia entre los objetos… En resumen, una torpeza extrema que lleva a botar cosas, prender cigarrillos al revés, tomar fuera del vaso o entregar generosamente ofrendas etílicas a la pachamama.
Cabe señalar, que el ebrio tiende a culpar a otros de sus acciones, no por mala voluntad, sino porque se vuelven extrasensorialmente perceptivos, siendo probablemente los únicos que alcanzan a notar todo aquello que sucede en otras dimensiones, imperceptibles para los sobrevalorados sobrios. Por eso reclaman preguntando quién se tomó su trago o quién les dió vuelta el cigarrillo. Ellos saben que, en esos ambientes hay una fuerte actividad paranormal.
Luego viene la fatal primera visita a Orinoco. Fatal, porque luego de abrir la llave, ya no se puede volver a cerrar. El primer pipí es interminaaaaaaable… Y agotador, sobretodo para las mujeres, quienes luego de hacer una interminable fila, debemos adoptar una posición bastante complicada. La postura en sí ya es un poco degradante, pero además debemos ocuparnos de hacer equilibrio, mientras con una mano afirmamos la puerta, que suele no tener pestillo, y con la otra buscamos y cortamos el papel higiénico, mientras intentamos mantenernos firmes en nuestra tarea, orientando nuestro objetivo hacia la dirección exacta. En esos momentos agradezco ser una "multimujer" y haber aprendido desde chiquitita a caminar mascando chicle.
Cuando los baños son individuales, es imposible escapar de la mirada acusadora del otro yo en el espejo. Un fenómeno bastante inquietante... Tras el proceso del lavado de manos uno se mira al espejo, intentando reconocerse... Todos hemos pasado alguna vez por este trance; nos hemos mirado y tocado la cara, porque algo raro pasa... Es como si ese que está ahí no fuera uno mismo... Y tendemos a hablar con esa extraña imagen del espejo... A retarnos, a reírnos o a hacer muecas...Pero cuidado, porque el espejo de los baños puede ser un portal hacia otras dimensiones y, probablemente, de verdad ese no es uno, sino Alter-uno (ya les dije que los curahuillas están más expuestos a los fenómenos paranormales).
El retorno desde el baño al evento social suele ser complejo. La persona sale algo desorientada y como "pisando huevos", intentando mantener el equilibrio, mientras trata de enfocar al menos un ojo en su objetivo, mientras el otro viaja por el Universo. La articulación de las palabras es compleja y, para que la modulación resulte perfecta, el personaje alcoholizado adopta un elegante acento pronunciadísimo similar al "neutral" de los doblajes o, por el contrario, manda la pronunciación a la cumbre de la colina y se pone a hablar en "raro".
La fiesta continua y cada curahuilla asume su rol: El deshinibido, el bailarín, el conquistador, el desubicado, el "muerto", el todopoderoso, el chistosito, el florero, el llorón, etc. Quiero hacer especial mención al nunca bien ponderado "operador telefónico", presente en todas las fiestas. Ese que, una vez "puestecito", comienza a llamar por teléfono a sus amigos, amigas y ex pololas/os para saludar, para invitar al carrete, para preguntar qué están haciendo (a veces a las cinco de la mañana) para decirles que los quiere, para preguntar si lo/a quieren, etc.
Finalmente, tras múltiples copetes, confesiones, revelaciones, bailes exóticos y quién sabe qué más, el carrete llega a su fin. Viene el proceso de llegar a la casa, meter bien la llave, ponerse el pijama y acostarse... Que suena simple, pero puede ser una seguidilla de dificultades para un etilín.
Y tras las pesadillas asociadas generalmente con la "sed" viene el "despertar del día siguiente"... Mal...
Cerebro inflamado y palpitante o, por el contrario... Un cerebro compungido que se contrae avergonzado y se balancea dentro del cráneo chocando con las paredes a cada movimiento, acompañado de inestabilidad estomacal, en algunos casos.
Todo mal, hasta que sobrevienen los recuerdos y todo se vuele peor... -¡Por qué dije eso!- ¡Noooooooo... ¡Por qué hice eso!- Y comienzan los arrepentimientos que alimentan la caña moral y la depresión post-party que incita nuevamente a decir, como tantas otras veces... “¡No tomo nunca más!”…