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miércoles, 7 de octubre de 2015

SE PORTAN BIEN CUANDO L@S TRATAN MAL

Publicado en witty.la
Hace muchos muchísimos años, había un comercial de una máquina de afeitar o algo por el estilo, muy machista por lo demás, en el que se daba un doble sentido a la frase “se portan bien, cuando las tratan mal”. En las últimas semanas, esta frase se ha hecho presente en variadas ocasiones y escenarios de mi vida; en conversaciones con amigos, en mi trabajo como terapeuta y, por qué no decirlo, en la exploración de mis propias experiencias.
Hago hincapié en que el asunto del que voy a hablar es un fenómeno transversal que va más allá del género y de la etapa vital de las personas y, aclaro que la elaboración y el análisis que voy a hacer del tema se basa sólo en mi experiencia y especulación.
Términos como “cabrona”, “bruja”, “narciso”, “inestable”, “cuático/a” y otros, tienden a formar parte de la definición de aquel ser que, siendo el objeto de nuestro deseo, nos resulta difícil de alcanzar o de mantener cerca. En muchas ocasiones vemos como las personas que más responden a esos apelativos, al menos en cuanto a su comportamiento en una determinada relación, son aquellas que más obsesión, admiración, “enamora – miento”, afán de conquista, callosidades abdominales y sometimiento generan. Y, por el contrario, quienes más abiertos/as y genuinamente interesados/as se muestran frente a su contraparte en el amor, generan menos interés.
¿Cuántas veces han pensado o han escuchado a alguien decir?: “Nunca me resulta con l@s que realmente me gustan” o, por el contrario, “Cuando alguien no me gusta, tengo un éxito total y no me l@ puedo sacar de encima”. ¿Cuántas veces han vivido esa experiencia de estar con alguien que es tan, demasiado e increíblemente buen@, pero no les gusta lo suficiente? ¿o quizás han tenido la sensación de que su propio despliegue de amor, atención, sinceridad y cuidado no ha sido valorado o ha hecho que pierdan su atractivo frente al otro?
Es un dilema muy complejo como verán. Al parecer “la estrategia de ser estratégico” ha alcanzado los dominios de Eros también. Cupido tira las flechas chuecas y hace que las cosas no sean tan genuinas o que se compliquen para ver si las enderezamos y logramos que “le achunten” como debiesen al corazón del ser deseado.
He visto que, lamentablemente, que cuando le he sugerido a alguien tomar distancia, demostrar menos interés en la otra persona o estar menos disponible, “la tortilla se da vuelta”. Él o la “contrincante” termina rendid@ a los pies de quien lo estuvo ahogando. Todo a costa de triturar las propias ganas de estar presente, ser comprensiv@, cariñoso@ y atento@, disfrazando nuestros sentimientos de una impostada indiferencia.
¿Será que hemos visto muchas teleseries?, ¿Que realmente nos hemos creído el dicho “al que quiere celeste, que le cueste”?, ¿O pensamos que aquello que resulta más simple tiene menos valor?
Yo recuerdo con la añoranza de una anciana aquellos tiempos en los que el amor era tan simple como “me gustas”, “a mí también”… ¿Pololiemos?
Miedo a equivocarse o a sufrir… Necesidad de sentirse importante o atractivo/a… Masoquismo… Tendencias sádicas… O rollos varios: sea la razón que sea, creo que es momento de revisarnos y buscar en nosotros mismos cuál es la causa de este mal de amores que cada vez deja más víctimas en su camino. Volvamos a la inocencia, a lo genuino, a interactuar con menos corazas. Al fin y al cabo, para que una pareja se constituya y se mantenga como tal, lo que se requiere a mi modo de ver, es un balance entre la atención y confirmación del otro, y el misterio de continuar siendo quien uno es, con su vida e intereses personales. El tan preciado misterio, siempre estará presente, pues todos tenemos una parte inasible, a la que nadie puede acceder, un mundo interno que no puede ser completamente conocido y esta cuota de incertidumbre debería bastarnos para amar.

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